Titulo: "El Tiempo De Los Primeros" ("Vremya Pervyh") (2017).
País: Rusia.
Director: Dmitriy Kiselev.
Guión: Sergey Kaluzhanov, Yuriy Korotkov, Oleg Pogodin.
Música: Yuriy Poteenko, Alexander Vartanov.
Protagonistas: Aleksandr Ilin - Vladimir Ilin - Yuriy Itskov - Konstantin Khabenskiy - Vitaliya Kornienko - Anatoliy Kotenyov - Evgeniy Mironov - Yuriy Nifontov - Aleksandr Novin - Elena Panova -Gennadiy Smirnov - Aleksandra Ursulyak.
En 1965 (pleno apogeo de la guerra fría en Rusia), los soviéticos planean enviar al primer hombre al espacio. Todo un desafío, que quedará grabado en los registros de la historia universal. Por sus excelentes referencias como piloto de avión, Alekséi Leónov es el primer candidato para comenzar con el exigente plan de entrenamiento. Pero la misión requiere de un copiloto, y Alekséi será acompañado por un joven y poco experimentado muchacho, con el que no tiene ningún tipo de afinidad. La primera alternativa era Pavel Belyayev (amigo Alekséi, quien lamentablemente sufre un accidente mientras realizaban paracaidismo de prueba). Pero la insistencia de Alekséi es tal, que (tras negarse rotundamente Belyayev) lo termina por convencer de que asista a sus terapias, para que juntos ingresen a la histórica misión espacial que sería conocida como Vosjod 2. Misión que estará marcada por la exigencia y por más de algún contratiempo. Ya que las aspiraciones de los soviéticos a cargo del ambicioso proyecto, no quedará exenta de grandes dificultades. Haciendo que incluso Leónov y Belyayev arriesguen su propia vida para que la misión sea cien por ciento exitosa.
Dmitriy Kiselev, es un realizador ruso cuyo nombre definitivamente no nos suena para nada. En su filmografía se cuentan un par de películas del género de la comedia y otra de ciencia ficción (que intuimos, fue el motivo por el cual lo convocaron para realizar “El tiempo de los primeros”), y eso sería todo. Pero eso no es lo interesante, lo interesante es su forma de dirigir esta especie de epopeya espacial. Primero que nada, comenzaremos por destacar la impresionante puesta en escena, que deja en claro que estamos frente a una magnífica superproducción. Desde los efectos especiales, hasta el desarrollo de un sólido guion, es suficiente para dar un ejemplo de lo rigurosos que pueden llegar a ser los rusos con sus proyectos cinematográficos. Y es que el ejercicio visual está tan bien planteado por Kiselev, que resulta difícil no hacernos parte de una historia que nos hace pasar por diferentes momentos.
Porque aquí, hay prácticamente de todo un poco (y es una licencia que se da el director, sin que este salga perjudicado en ningún momento). Porque pasar del drama, a la comedia (una leve pincelada al menos), y luego a la aventura con total naturalidad, es un riesgo que pocos realizadores se atreverían a correr. Sin dejar de mencionar, los grandes momentos de tensión al que somos sometidos, casi sin darnos cuenta, porque los acontecimientos se van sucediendo entre imágenes y diálogos que terminan por hipnotizar irremediablemente al espectador. Sobretodo, si se la ve por primera vez, y no se tienen mayores antecedentes sobre su argumento, (porque sin duda es la mejor forma de disfrutar una película: instalarse frente a la pantalla y dejarse sorprender).
Y sin duda que la hemos disfrutado al máximo, (independiente si consideramos que el metraje es bastante extenso (dura casi dos horas y media, que en realidad pasan volando). Lo inusual de su historia, radica en que el director puede pasar en acontecimientos de lo más verosímiles a algo absolutamente contrario. Sobretodo en la etapa de infancia del protagonista, que lo muestra como un niño soñador en un mundo (o dimensión) paralela que sólo el puede ver (lejos, una de las mejores escenas de la película). Y es aquí que de las temáticas abstractas, pasamos a lo directamente onírico, y (claro que sí) al principio se nos antoja de una rareza de lo más particular (aunque no exento de una maravillosa y tierna sensibilidad), al tratar de entender hacia donde va todo esto. Porque hay que reconocer, que todo en relación al entrenamiento de los soviéticos para que su proyecto espacial se lleve a cabo, es tan potente, que olvidamos si aquellas imágenes oníricas tienen o no un significado. Y ni siquiera ese detalle es dejado al azar, porque finalmente nos hace recordar algo que por tanta información obtenida habíamos terminado por olvidar. Y lo mejor de todo: Kiselev nos da las respuestas que estábamos esperando (con una naturalidad que esta vez nos llega a sobrecoger).
Es como si Kiselev nos abriera, de par en par, una puerta a algo que no habíamos visto antes. (O al menos no desde su perspectiva tan ecléctica) Considerando que aquí hay un amplio uso de terminologías directamente científicas. Aún así, el espectador puede entender perfectamente de lo que se está hablando, y no obstaculizan en nada el curso de la historia. Quizás la rigurosidad con la que se planteo esta película, y de la que hablábamos al inicio de esta publicación, tiene que ver con que estamos frente a acontecimientos reales ocurridos a mediados de los años sesenta. Pero que hasta ahora conocíamos sólo la cuarta parte de todo lo que realmente pasó en esos años (que para muchos fue sólo el gran logro del primer hombre en el espacio). Pero que en realidad, esa fue solo la punta del iceberg, porque luego su regreso se convirtió en toda una odisea digna de Kubrick.
La historia mucho más tarde, sería contada por los mismos cosmonautas Leonov y Belyayev reales, quienes sufrieron las penas del infierno tras aterrizar en las extremas condiciones ambientales de Siberia.
En definitiva, estamos ante una película (hasta ahora, lejos la mejor del año, al menos en este género) que tiene prácticamente de todo, que incluye uno de los mejores guiones que hemos visto este año, incluida una más que interesante propuesta visual de un joven realizador desconocido por estos lados. Si las aventuras espaciales ultra consecuentes es lo tuyo, esta es (obligadamente) tú película.
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