Aquella mañana de invierno David había despertado con mayor ansiedad que otros días, y la verdad los por qué no le importaban en lo absoluto, sólo se había puesto a pensar que caminar por el centro de la ciudad es motivo suficiente para que le dé ansiedad a cualquiera, las calles están invadidas por todo tipo de detonadores de ansiedad, desde que tomamos movilización y miramos al conductor con cara de odio, como si fuera culpa de el que saliéramos tarde de casa, y es que también la Ley de Murphy jamás falla, porque justo en ese preciso momento lo que menos tiene aquel conductor es prisa, los minutos se transforman en horas interminables y lo único que quieres es bajarte, como consecuencia nos sentimos malhumorados casi todo el resto del día.... Por lo menos David busca su satisfacción, un respiro en comer y es que las calles están llenas de comida, sobretodo aquellas pastelerías con la deliciosa oferta del día: Una suave y agradable masa rellena de exquisito manjar y cubierta con una generosa capa de chocolate, galletas de la más amplia variedad, jugos naturales o smoothies de algún sabor exótico.... ¿quén puede resistirse a tamaña tentación? pero David esa mañana tenía una necesidad infinita de comer chocolate, sin importar como viniera. Lamentablemente su ánimo parecía disminuir cada vez que miraba su billetera, y el resto de su bolso, pero era inevitable, no contaba con suficiente dinero para comprar siquiera un huevo, y mientras caminaba por las calles del centro reflexionaba sobre ello, su situación económica cambiaría en cualquier momento, pero es desagradable asimilar el nulo poder adquisitivo en circunstancias tan comunes, quizás las personas no piensan en la delgada línea que divide tener y no tener......cuándo tienes no piensas en nada, sólo compras..... pero cuándo no tienes, tu realidad te golpea fuerte y con el tiempo aprendes a valorar más las cosas, por mínimas que estas sean. En ese preciso momento una gran ráfaga de viento lo hizo salir de sus reflexiones y algo llamó notoriamente su atención al momento en que caminaba cerca de una joven pareja, algo que el viento arrastraba justo en su dirección, era como si la misma naturaleza hubiera adivinado sus pensamientos, a sus pies y aún meciéndose por la repentina ventolera bailaba alegremente un billete que parecía sonreirle con la maravillosa promesa de que quizás esa mañana después de todo no sería un día como cualquiera.
Tommy M. (Autor)
Prometheus Sulaco (On Facebook).
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