María se veía cansada, aburrida, completamente aislada, la enfermera así se lo había echo saber: "prohibido tener visitas", exceptuando a su madre quien le había recomendado ir al hospital luego de que los sarpullidos que comenzaban a poblar su cuerpo se hicieran cada vez más notorios, y era cuestión de tiempo que se dieran cuenta que ardía en fiebre. Tampoco los exámenes se hicieron esperar y es que María siempre pensó que era inmune a la peste cristal, sobretodo porque era tan común en niños, pero siempre estuvo equivocada, el maldito destino se había encargado de refregarle en la cara que inmune jamás había sido, y que a sus veintisiete años corría más peligro de que algunos de sus organos interiores se viera gravemente comprometido. En su cuerpo ya se notaban los cambios, el picor agudo y doloroso como una tortura medieval, y una hinchazón que comenzaba a deformar casi el cincuenta por ciento de su cuerpo, cuál "Hombre elefante" de David Lynch. Su ánimo descendía con cada exámen, con cada remedio, no podía creer que se encontraba en uno de los lugares que más odiaba en la vida, y sóla completamente sóla cuándo en esas cirscunstancias era lo que menos quería, afortunadamente el sueño comenzaba a vencerla y María simplemente dejó que su mente se tiñera de negro, al menos un par de horas.
Ya eran casi las siete de la mañana en punto y algunas visitas ya se dejaban ver junto con algunos pacientes que deambulaban de aquí para allá. Ella con notorio esfuerzo subía peldaño tras peldaño hasta llegar al tercer piso, y cuándo por fin llegó esbozando una amable sonrisa a los que ahí se encontraban entró en la habitación de María, acercó una silla y tiernamente la comenzó a acariciar al momento en que esta se estremecío por un momento pero no se despertó, al parecer su visita sería muy breve pues quince minutos después ya se encontraba caminando otra vez por el pasillo hacia la salida, pero algo la hizo detenerse un momento, sabe Dios en que pensaba, desde que se había enterado de la salud de María no había podido siquiera dormir por la preocupación.
Don Pedro era un paciente del hospital siempre muy madrugador y conversador, ya había casi bloqueado el paso a la mamá de María para una casi interrogación matutina.
- Esta mañana han venido a ver a su hija, una mujer anciana bajita que se quedó con ella por un momento dentro de la sala.
En ese preciso momento la mamá de María por fin fué autorizada para entrar a la sala, miró a Don Pedro de soslayo y se disculpó por no poder seguir con la conversación, María en ese preciso momento despertaba aún sintiendo su fría mano que la había acariciado hacían pocos minutos atrás, pero su madre pensativa le explicaría la increíble situación, no había sido ella quien la acariciaba, y es que su abuela había muerto hace ya dieciséis años atrás.
(Basada en una historia real)
Tommy M. (Autor)
Prometheus Sulaco (On Facebook).
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