Aquella noche, era lejos la más fría en comparación a inviernos anteriores. La lluvia había escaseado, y una neblina espesa dominaba imponente el lugar. Balthazar, esperaba entre penumbras en aquella plaza casi olvidada, con sus sentidos atentos al menor movimiento. Repentinamente una silueta se dejó ver entre la neblina, dándole un aspecto casi espectral. Balthazar lo escrutó con la mirada, su corazón comenzaba a latir con más y más fuerza, al momento que se acercaba decidido a su encuentro. Juntos fueron consumidos por aquella neblina cargada de misterios aún por develar. Primero eran cuatro, después eran ocho brazos que se exploraban sin prisa entre sí. Y que sin ser invitados se habían unido a un vertiginoso éxtasis. Ignorando por completo el frío, se despojaron de sus ropas, y juntos comenzaron a entrelazar sus cuerpos contorneándolos como en una orgía de víboras desesperadas por el coito, para luego inyectar así su veneno maldito. Algo más reaccionaba en aquellos cuerpos, y con desproporcionado grosor palpitaban mirando al cielo con el deseo de perderse dentro de cada uno de sus rincones prohibidos, impacientes, voraces, con la sangre hirviendo circulando por sus venas. Un gemido de placer se dejó oír, pregonante, ya que ardiendo dentro de él, aquel falo se perdío con rumbo al más allá, para no regresar sin antes depositar el elixir hirviente, cuál ácido que en cualquier momento lo quemaría al menor contacto con su piel. Las miradas, llenas de gozo se cruzaban entre sí una y otra vez..... Invitando a los besos húmedos de saliva endulzada a escabullirse por la comisura de los labios, gruesos, insaciables, groseros, vulgares, y suplicantes por placer. Sin poder soportarlo más, el clímax se hizo presente en cada uno de ellos..... el estertor contrajo sus cuerpos, haciéndolos prisioneros de una pequeña muerte, una breve agonía que desembocó espeso y abundante sobre cada uno de ellos. Casi inesperadamente, una delgada línea de rojo crepúsculo descendió por uno de aquellos formados pectorales, que aún jadeante, trataba de recuperar el aliento. Luego, se hizo el silencio, abrupto como el deseo que había sido recién saciado. La tranquilidad subyugada tras el paroxismo, inquieto, incesante, vibrante de perpetuo dolor.
Balthazar, desapareció silenciosamente por entre la neblina. Mientras sacaba del bolsillo de su abrigo, y como era su cábala todas las noches, observó aquella fotografía donde aparecía él, sonriente sobre unos roqueríos. Y aquella palabra impresa en ella, que cada vez que lo leía, lo seguía atormentado como la primera vez. Porque el tiempo no puede dar marcha atrás. Porque sabía cuál era su verdad, sabía que no podía decirle a nadie que él seguía ahí. Un ruido repentino que provenía detrás de él, los sacó de sus pensamientos. Sin tener momento para reaccionar, un fuerte empujón lo tiró con fuerza sobre las húmedas hojas. Fue despojado con violencia de sus ropas, y simplemente se dejó dominar por una nueva dosis de placer, que aquella silueta desconocida le proporcionaba tan sorpresivamente. Balthazar se volteó como pudo, lo tomó con fuerza de los brazos y comenzaron a levitar. El victimario pasó a ser víctima, del placer pasó al miedo, inmóvil sin poder hacer otra cosa más que gritar despavorido, fue absorbido así por el horror. Luego un silencio inquietante, que fue interrumpido por el ruido de un cráneo que se azotó agresivamente contra el suelo. Balthazar descendió suavemente, cuando tocó el suelo, se arrodilló, y se masturbó furioso sobre el reventado cadáver. El abundante semen eyectado, mojó casi toda aquella cabeza masacrada y grotesca de carne destrozada, haciendo que se mezclara con la sangre desparramada en todas direcciones, formando un extraño y repulsivo color rosáceo. Balthazar se sintió inevitablemente atraído, y sin oponer la más mínima resistencia, se acercó y pasó su lengua suavemente por la viscosa mezcla. Luego de sentirlo en su boca, bebió como si su vida dependiera de ello. Fue interrumpido por unas extrañas luces y pisadas que parecía, provenían de todas direcciones. Balthazar, tomó con sus fuertes brazos su abrigo y desapareció raudo, sobrenatural, por entre los árboles.
La policía rápidamente se organizó para buscar al brutal agresor. Al parecer, no habían testigos, pero encontraron lo que sería pieza clave para resolver el supuesto crimen. Entre las manos del cadáver, había una fotografía de un joven no más de treinta años, que sonreía sentado sobre unos roqueríos, y con una especie de obituario que decía: "Balthazar Kainbell, extraviado desde 1953".
Tom M. Prometheus Sulaco.
Hoy me es muy grato saludar a los lectores de este muy humilde Blogger, y por sobre todo, a los nuevos lectores, como por ejemplo: Rusia (que han superado las 62 páginas vistas), EE.UU., Francia, y por supuesto Chile (100 páginas vistas). Sin dejar de lado a Bolivia, Alemania, Lituania, Mauricio, México, y Ucrania, a cada uno de ellos, muchas gracias.
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